Dear
Lewis, On
returning to London, having spent two months working in Toronto,
finding my studio colder and more uncomfortable than the winter
conditions of Canada, the only way for me to avoid chronic depression
was to set out to make a sculpture that at a minimum would keep
me warm and at best keep me mentally alive, hopefully excited.
I
remember thinking, it has to be big, much bigger than anything
else I had made before. The idea of an elephant appeared quite
rapidly, for obvious reasons I suppose. For one thing, I had no
desire to change the scale of anything I made, just make it to
what I thought was life size, no measurements or visits to the
Zoo, maybe a quick visual reference to an old cover of a copy
of the National Geographic. There was no question about making
a complete elephant, that seemed a very crass, obvious idea. It
would just be the head, with ears, trunk and tusks, mounted colonial
fashion, high on the end wall of the studio.
Before
the winter I had come across a shutdown car breakers yard in Bermondsey
and had salvaged from it maybe fifteen or sixteen car doors and
assorted body panels. These had been stacked outside my studio
for five or six months and I remember one of the strongest things
about them was their colour, especially in the wet weather. Being
the nearest material to hand they were carried into the studio
to hopefully become the elephant.
The
head was constructed on and around an ironing board which provided
an incredibly strong frame because of the triangular nature of
its base. It became big, very big, very quickly. The studio was
a jagged sea of car doors of all colours and growing out of the
centre of them all was this multi-coloured, ear-, trunk- and tusk-less
volvo elephant head. To attach the trunk and tusks I had to get
the half completed head into its final position on the wall: well
I tried, but it was impossible, it was too big, too heavy, and
I was very nearly crushed after having managed to almost lift
it above my head. So, for the first time ever I had to get someone
to help me work inside the studio. Generally, I am very secretive
when working and the idea of people watching or even helping did
not appeal at all. It seemed a little like having someone watching
in your bedroom! Anyway, it turned out not to be a problem and
the head duly acquired trunk and tusks but no ears.
The
ear; well; this turned into a very interesting and crucial stage
in the making of the sculpture. All attempts to use car panels
complete or the metal taken from them seemed to be far from satisfactory.
I am not quite sure why, but the whole thing seemed to be a little
bland not only from a point of view of materials but also in content.
Anyway, it just so happened that at about the same time as salvaging
the car doors, I found in a rubbish skip, a complete set of wall
maps, the type used in schools, very large and printed on strong
cloth. Zimbabwe was called Rhodesia and there seemed to be lots
of pink bits everywhere so I guess they were discarded for being
politically out of date. Rolled up and neatly stacked they stood
in the corner of the studio, a difficult material, not exactly
forgotten but just waiting. The maps of Africa and South America
had an ear shape and a rough symmetry which first suggested their
use. Their value in terms of content in shaping how the sculpture
developed was not immediately apparent. Africa and South America
were/are third world continents, a point, in fact the point, that
became more and more important in my reflecting on the work as
I made the ears from the maps and attached them to the head.
All
along I had wanted to use all the original materials in the sculpture,
so that the finished work included all the new things as well
as the remains of the original things from which they were made,
whether physically attached or not. my thinking about the countries
depicted on the maps now started to be mixed in with the problem
of what I was going to do with the remains of the car doors. Africa,
America, South America, jungles, deserts, cities, shanty towns,
wells, water holes, black soldiers, white soldiers, sunsets, magic
dawns, heat, famine, cultures, natural forces, highly armed technology,
western civilization, politics, tribes, revolutions, coups, dwindling
forests, beautiful beautiful landscapes, population explosions,
advancing medicine, tourist carvings, elegant suburbs, thriving
industries, exotic food, dance music, rabid dogs... finally produced
a sculpture of an elephant lifting a modern automatic weapon from
a water hole. The doors forming the banks of the water hole.
So,
anyway Lewis, do you think that the knowledge [deeply embedded
in the western psyche, maybe the eastern as well for all I know]
of the supposed fact that "elephants never forget" will
be of any use to us, our children, or their children's children
or...?
|
Querido
Lewis, Al
volver a Londres después de dos meses de trabajo en Toronto,
encontré mi estudio vacío más frío
y más incómodo que el invierno canadiense y la única
manera de evitar una deprsiøn crónica fue instalarme
para hacer una escultura que al menos me mantuviera caliente y
que a lo mejor podía conservarme vivo mentalmente, lleno
de esperanzas.
Me
acuerdo que pensaba, tiene que ser grande, más grande que
cualquier cosa que haya hecho antes. La idea de un elefante sugió
muy rápidamente, supongo que por razones obvias. Primero
no deseaba cambiar la escala de nadaque hiciera, tan sólo
hacerlo a lo que pensaba era el tamaño natural, nada de
medidas ni visitas al zoo, quizá una ojeada rápida
a una antigua portada de un ejemplar del "National Geographic".
No se trataba de hacer un elefante completo, idea muy absurda
y obvia. Sólo sería la cabenza, con orejas, trompa
y colmillos, instalada a la moda colonial, en la parte alta del
muro al fondo del estudio.
Antes
del invierno había visitado un desguace de automóviles
abandonado en Bermondsey y recogí quince o dieciséis
puertas de coche y paneles surtidos. Estuvieron amontonados fuera
del estudio durante cinco o seis meses y me acuerdo que una de
sus cualidades más relevantes era su color, especialmente
con tiempo húmedo. Dado que era el material que tenía
más a mano, lo trasladé al estudio para, con suerte,
convertirlo en elefante.
Construida
la cabeza sobre y alrededor de un tablero de hierro que proporcionó
un bastidor increíblemente fuerte debido a la forma triangulr
de su base. Empezó a crecer muy rápidamente. El
estudio era mar proceloso de puertas de coches de todos los colores
y, creciendo en medio de todas ellas, estaba asta cabeza de elefente
volvo multicolor, sin orejas, trompa ni colmillos. Para fijar
la trompay los colmillos, tenía que colocar la cbeza a
medio terminar en su posición definitiva en la pared: lo
intenté, pero era imposible, era demasiado grande, demasiado
pesada, y estuve a punto de ser aplastado después de haber
casi conseguido alzarla por encima de mi cabeza. Entonces, por
primera vez, tuve que tener a alguien ayudándome en el
studio. Generalmente trabajo muy en secreto y la idea de gente
mirando o incluso ayudando no me gusta nada. Es un poco como tener
a alguien mirando en tu habitación. De todas formas, no
resultó ser un problema y la cabeza ganó trompa
y colmillaos pero se qudó sin orejas.
Las
orejas, bien; ésta fue una etapa muy interesante y crucial
en la realización de la escultura. Cualquier intento de
utilizar los paneles de coche completos o el metal sacado de ellos
era todo menos satisfactorio. No sé exactemente por qué,
pero el conjunto parecía volverse blando, no sólo
en cuanto a los materiales sino también respecto al contenido.
De todas maneras, ocurrió que casi al mismo tiempo que
conseguí las puertas de coche, encontré en un montón
de basua un juego completo de mapas murales, del tipo de los que
se usan en las escuelas, muy grandes, impresos en una tela fuerte.
Zimbabwe se llamaba Rhodesia e estaban cubiertos de rayas rojas
por lo que adiviné que habían sido desechados por
estar anticuados políticamente. Enrollados y limpiamente
amontonados, habían permanecido en un rincón del
studio, convertidos en un material difícil, no exactemente
olvidado sino sólo a la espera. Los mapas de Africa y América
del Sur tenían forma de orija y una simetría tosca
que me sugerieron en principio su uso. Su validez para el desarrollo
de la escultura no fue evidente de inmediato. Africa y América
del Sur eran/son continentes del Tercer Mundo, un punto, de hecho
elpunto, que se hizo más importante en mi reflexión
sobre la obra e hice las orejas con los mapas y las coloqué
en la cabeza.
Durante
todo el tiempo quise utilizar en la escultura todos los materiales
originales. De tal forma que la obra final incluía todas
las cosas nuevas y también los restos de las cosas originales
de las que estaban hechas, estuviesen o no relacionadas fisicamente.
Mis pensamientos acerca de los representados en los mapas empezaron
entonces a mezclarse con el problema de lo que iba a hacer con
los restos de las puertas de coche. Africa, América, América
del Sur, junglas, desiertos, cuidades, suburbios, pozos, charcas,
soldados negros, soldados blancos, puestas de sol, albas mágicas,
calor, hambre, culturas, fuerzas naturales, alta tecnología
armamentista, civilización occidental, política,
tribus, revoluciones, golpes de estado, bosques, paisajes hermosos,
explosiones de población, medicina adelantada, tallas para
turistas, barrios elegantes, industrias florecientes, comida exótica,
música de baile, perros rabiosos... Finalmente produjeron
la escultura de un elefante elevando una moderna defensa automática
desde una charca. Las puertas formaban las orillas de la charca.
Dime,
Lewis, ¿crees que la idea [profudamente arraigada en la
isique occidental, quizá en la oriental también
por lo que sé] de que supuestamente "los elefantes
nunca olvidan" nos será a alguno de alguna utilidad
o a nuestros hijos, o a los hijos de sus hijos, o...
Mis mejores deseos,
Bill |